Para la sociedad, la química puede tener mala prensa por la cantidad de productos químicos que se relacionan con sustancias irritantes, nocivas o perjudiciales para la salud. Esto puede ser fatal si se le da mal uso, pero existe la cara más amable, la química mejora la calidad de vida, se sintetizan medicamentos que salvan vidas o da lugar a procesos que sin darnos cuenta facilitan nuestro día a día. Son las dos caras de la química.
Estas dos caras se pueden aplicar al científico judío-alemán Fritz Haber. Es conocido por descubrir la síntesis de amoníaco a partir del nitrógeno gaseoso del aire y de hidrógeno. Las primeras síntesis se realizaban en condiciones extremas de 200ºC y 200 atm de presión y la reacción era muy lenta. Junto al químico inglés Le Rossignold buscaron un catalizador que acelerase notablemente la velocidad de reacción. Realizaron ensayos con más de 4000 catalizadores hasta que encontraron el más óptimo, una mezcla de hierro y pequeñas cantidades de óxido de aluminio.
La síntesis de amoníaco permitió obtener abonos nitrogenados que hicieron aumentar de forma espectacular la producción agrícola mundial. Tras estallar la Primera Guerra Mundial en agosto de 1914, la marina británica dejó de suministrar nitrato de Chile, la principal fuente de nitratos de la época. Gracias al proceso de Haber, Alemania pudo obtener fertilizantes que aumentaron las cosechas y facilitó alimento para la población. Por ello, Haber obtuvo el Premio Nobel de Química en 1918. Su primera cara: indirectamente salvó la vida de miles de personas.
Más tarde, Haber fue nombrado jefe de la sección química del ministerio de la Guerra. Efectuó pruebas con gases lacrimógenos. Utilizó tubos cilíndricos llenos de gases tóxicos instalados en el suelo. Durante la noche del 10 al 11 de abril de 1915 estos tubos se instalaron en el frente de Ypres, a 30 km de la costa belga. Se utilizaron 6000 tubos que expandieron 150 toneladas de gas cloro en 7 km. Murieron 5000 soldados franco-argelinos y unos 15000 resultaron afectados.
Cuando Haber regresó a Berlín, su mujer, Clara Immerwahr (judía como Haber), se suicidó con la pistola de su marido mientras él dormía.
Haber en el frente en 1917 (dominio público)
En 1918, cuando Alemania perdió la guerra, Haber fue declarado criminal de guerra por los aliados y huyó a Suiza. Después, los aliados abandonaron su demanda de extradición y el científico regresó a Alemania. En secreto continuó con la fabricación de gases tóxicos. Desarrolló un preparado que contenía ácido cianhídrico que exterminaba los insectos de los cultivos y otro producto irritante que se podía utilizar para advertir la presencia de personas en el entorno.
En abril de 1933, los nazis decretaron el despido de todos los funcionarios de origen judío, incluido Haber. Otro científico, Max Planck abogó por Haber ante el recién nombrado canciller de Alemania, Hitler. Esta petición no fue escuchada y entonces Haber huyó a Inglaterra. Después se marchó a Suiza donde murió en 1934 a la edad de 65 años.
Si hubiese vivido diez años más hubiese constatado cómo su preparado químico era utilizado en lo campos de Auschwitz y Oranienburg como instrumento de exterminio de seres humanos, entre ellos algunos amigos y familiares del propio Haber.
Cámara de gas durante la Segunda Guerra Mundial
Su segunda cara: indirectamente quitó la vida a miles de personas.
Ésta es la contradicción de Haber. Dos caras opuestas.
Fuente: Proyecto Exedra. Física y Química.
Oxford Educación.